¿Por qué nos asusta el silencio mental?

Detente un instante. Trata de concentrarte única y exclusivamente en las palabras que vas a leer a continuación, disfrutando de esa magnífica sensación que te aporta el ser capaz de enfocarte en algo concreto. Abandona todas esas imágenes y palabras intrusas que se cuelan en tu cabeza y que tratan de decirte dónde deberías estar, qué deberías estar haciendo o cómo habrías de hacerlo.

Lo único que hay ahora ante ti son estas palabras, palabras para reflexionar y para centrarte un poco más en ti mismo. Frases que te llevan poco a poco a experimentar sensaciones y a desconectar incluso de esa eterna actividad mental que todos tenemos diariamente. Bienvenido al presente, ese gran desconocido…..

Parece que las personas hemos aprendido a no manejar bien el silencio. No concebimos una vida sin ruido, en la que no haya duda, predicción, incertidumbre, planes o metas. Nos cuesta un mundo disfrutar incluso de un día de vacaciones, ansiosos por “hacer algo”, aunque se trate de leer un libro, ver la televisión o meditar sobre los árboles que vemos por nuestro balcón.

Sin embargo, ¡no podemos estar sin hacer nada! Parece como si, al tratar de despojarnos de esta intensa sensación de actividad, quedásemos completamente desnudos y despojados de nuestro propio ser. Nos vemos frágiles, vulnerables, como presas a punto de ser devoradas por el depredador del miedo, el dolor y el desconcierto.

Resulta duro y a la vez muy interesante desde el punto de vista de la psicología, que la sociedad en la que vivimos nos haya enseñado que el mero hecho de no estar preocupados resulta cuanto menos terrible.

Así, el mensaje que nos llega es que hay que estar preocupado por el trabajo, por la familia, por la vivienda, por la situación del país, etc; ya que si no lo hacemos seremos personas espantosas, despreciables, pasivas e  incluso ignorantes de nuestras obligaciones. Pero lo peor no es eso…

Nuestro cerebro aprende que podemos seguir viviendo “en paz” gracias a nuestra intensa actividad mental basada en la preocupación. Creemos, pues, que no perderemos nuestro empleo o que seguiremos siendo valorados por los demás gracias a que estamos constantemente viviendo en un tiempo que no es el presente y atentos a lo que vendrá. Por lo tanto, si abandonásemos ese modo de actuar y renegásemos de esa emoción de culpa por no estar haciendo nada, rápidamente nos asaltaría la sensación de estar caminando sobre el alambre, en una habitación oscura que no hemos visto nunca.

Sin embargo, ser capaces de vencer el miedo a no vivir con ruido no es una utopía. Se puede lograr incorporando pequeños cambios a nuestras vidas y que nos hagan ser más conscientes de nosotros mismos y disfrutar de ello, sin necesidad de estar haciendo algo, enfadados con alguien, comiendo dulce o viendo la televisión.

Aprendizajes de este mundo…: ¿Por qué nos sentimos culpables por el hecho no “no hacer nada” o, simplemente, no estar preocupados? ¿Quiénes dicen que somos peores por poder estar relajados>?

No necesitamos alimentarnos de desgracias ni de futuros problemas. No, no os lo creáis, sufrir no significa ser mejor persona, mejor padre, mejor mujer, mejor amiga, mejor madre, mejor hijo, mejor profesional…

Os animo a que probéis un cambio, a intentar estar más relajado. Estar con el silencio.